por Sofia Cuadra
Una vez más, hace dos semanas el mundo se estremeció por una espeluznante noticia que refleja las continuas vejaciones a la mujer.
Es el caso de una joven india de 23 años, madre de dos hijos, que ha sido secuestrada por un grupo de personas y violada durante ocho meses. Luego de este calvario, fue liberada en un estado avanzado de embarazo, teniendo que enfrentarse ahora a la segunda etapa de su padecimiento: volver a su comunidad, Devipujak, en el estado indio de Guyarat. Devipujak sigue un estricto sistema religioso y de castas y tiene sus propias cortes comunitarias.
Las violaciones suponen un estigma para toda la familia. Los dos hermanos de la víctima son solteros y nunca se podrán casar, alegan, si la joven decide quedarse con el bebé.
La única forma de que ni ella ni su familia sea excluida, es someterse al chokha thavani viddhi, un ritual de purificación, realizado en manos de un sacerdote tántrico, que tiene su origen en un poema hindú. Según este ritual, el sacerdote le plantea a la joven varias preguntas y después comprueba que está diciendo la verdad tomando una pizca de semillas de cebada de una bolsa y pidiéndole que diga si el número de semillas que tiene en la mano son un número par o impar. Si la víctima responde incorrectamente entonces el tántrico considera que ha mentido en sus respuestas. Tras esto, la joven tiene que repetir el proceso con una piedra de hasta 40 kilos en su cabeza, que ha de mantener hasta que el sacerdote considere que está diciendo la verdad. La duración del ritual puede extenderse a varios meses.
Según los registros policiales, en la India, se comete una violación cada 22 minutos. Sin embargo, los activistas de derechos humanos afirman que esta cifra no refleja la realidad debido a que, en numerosos casos, las mujeres no realizan la denuncia para no ser estigmatizadas, presionadas por su familia o la Policía.
Después de que en 2012, en Nueva Delhi, un grupo de hombres violara en un colectivo a una mujer de 23 años que murió a consecuencia de la agresión, en todo el país surgieron protestas y el gobierno indio endureció sus leyes contra las agresiones sexuales. En particular, ahora la violación en grupo se castiga con la pena de muerte, independientemente de si la víctima sobrevive o no.
La cuestión a reflexionar es si las condenas más duras serán suficientes cuando un gran porcentaje de las violaciones no son denunciadas por presión social y de la misma Policía, entendiendo que los abusos sexuales son sólo una de las tantas manifestaciones de la violencia que padecen las mujeres diariamente en India.
Fuentes: